jueves, 30 de agosto de 2007

Reconocimiento a la obra de Pitol y Toledo

Andrea León Martínez
andreakleon@hotmail.com
Reconocimiento a la obra de Pitol y Toledo
Andrea León
Largos pendones con enormes fotografías de los homenajeados colgaban de la parte más alta del teatro Macedonio Alcalá, la expectación se podía ver en los asistentes a la entrega del reconocimiento Doctor Honoris Causa al artista plástico Francisco Toledo y al escritor Sergio Pitol.

Al interior del teatro el olor de las flores se mezclaba con el de la madera, mientras uno a uno se acomodaban los testigos de la ceremonia de honor dedicada a los creadores, en un día especial para los oaxaqueños: el natalicio de Benito Juárez.

El rector de la máxima casa de estudios de Oaxaca, Francisco Martínez Neri, ocupó un lugar de honor en la mesa para dar inicio al evento y paso al escritor, Carlos Monsiváis.

Con un pantalón color café, zapatos del mismo color y una camisa blanca el escritor habló acerca de los dos personajes distinguidos esa tarde, fue cuando platicaba sobre Francisco Toledo y su libertad, su suprema generosidad y su defensa a los derechos humanos cuando su discurso se vio interrumpido por los aplausos de los presentes.

El orgullo de los oaxaqueños por su paisano se respiraba en el aire y se contagiaba a cada uno de los asistentes al evento, quienes reconocían el talento del artista plástico.

Monsiváis retomó la palabra, después de los aplausos a los que él también se unió, para finalizar su intervención diciendo que “Sergio Pitol y Francisco Toledo reivindican la labor de los creadores con su trabajo, que es su mejor diálogo”.

El anfitrión de la ceremonia anunció que era momento de continuar y que el paso siguiente era la entrega de los títulos Doctor Honoris Causa a los creadores, así entre flashes y aplausos entraron a escena Francisco Toledo, quien vestía zapatos y pantalón color café, y una camisa blanca arremangada; y Sergio Pitol, con un traje azul marino y una corbata gris.

Ahí, en las tablas del teatro les colocaron una medalla con listón azul mientras la audiencia, de pie, les aplaudía y gritaba llena de emoción. La ovación se prolongó tanto que a través del micrófono se le pidió a Toledo y a Pitol pasaran a sus asientos.

El rector Martínez Neri felicitó al artista y al escritor, y afirmó que la ceremonia fue “un justo reconocimiento a su obra”, e hizo notar que cada una de las creaciones de los autores da luz a los espectadores y lectores.

Sergio Pitol leyó un escrito suyo titulado, El arte de la novela. Con la vista cansada por la edad y señalando con el dedo el texto, explicó que recibir el doctorado en compañía de Toledo fue su mayor premio, y expresó su admiración por el pintor. En una remembranza mencionó a sus autores predilectos, la forma como empezó a escribir y su primer novela, aseguró que la literatura no sigue reglas, ni siquiera la que ella misma impone, y eso la enriquece.

Pitol hablaba mientras su público suspiraba, y jóvenes se acomodaban en los hombros de sus parejas o en sus asientos, hablaba mientras Toledo posaba para la cámara de dos niños, hablaba mientras los asistentes escuchaban en silencio, atentos y embelezados por sus ideas y por su voz pausada.

El arte de la novela finalizó y los universitarios entonaron su himno para dar por concluida la ceremonia y empezar la fiesta afuera, en la calle de Armenta y López, con los acordes de la Banda del Centro de Capacitación Mixe de Tlahuitoltepec, donde el escritor escuchaba atento de pie a la banda, mientras el artista plástico caminaba sobre la calle de Independencia respondiendo preguntas con una sonrisa en los labios.

lunes, 27 de agosto de 2007

Proyectos de crónica



* Tema: Las playmates de la revista Playboy llegaron a Oaxaca
Cronista: Sarai Karla Jiménez






* Tema: Concierto de Armando Manzanero
Cronista: Nadia Altamirano





* Tema: Porter en concierto
Cronista: Andrea León

martes, 14 de agosto de 2007

Crónica de una espera

Laura Adriana Bautista
CRÓNICA DE UNA ESPERA
Aural Continuo
El tiempo generalmente dividido entre el ocio y el quehacer, no da pie a observar la cotidianeidad humana, la cual está compuesta de minutos de sensaciones, emociones y vivencias. El sentarse a esperar, pero con un ojo obsevador se vuelve toda una aventura.

6:10 p.m. Inicia la espera, acabo de dejar a los señores del alquiler quienes colocaron un toldo verde y doscientas sillas para la presentación del video, la consigna esperar o como ellos dicen cuidar que no se lleven el equipo. Camino hacia el frente justo hacia la catedral, me siento, mi mirada sin un rumbo, sin pensamientos claros, sólo dejando que mis sentidos encuentren cabida en cualquier cosa, justo en ese momento mi recuerdo me lleva a pensar tengo que escribir. Saco mi cuaderno y empiezo a observar.

6:15 p.m. Pasan personas, niños, niñas, en pareja, en trío o solitarios, cada quien en su gusto y en su necesidad. A unos seis metros de mi vista, la cual estaba posada hacia el Kiosco, logro ver a un hombre panzón, viste una guayabera azul cielo, pantalón gris, lentes, reloj como de esos que le gustan a la gente grande y justo al recorrer con mi mirada su cuerpo: mi director de primaria. Sí, es él, aquel director que cuando ensayaba la escolta en sexto grado nos regañaba; “marchen con orden, tiene que ir todas parejas, hagan lo bien porque es una gran responsabilidad”… bla, bla, bla. Mientras esto pasa en mi recuerdo, él camina, desfila frente a mí y se aleja.

6:20 p.m. Después de haber visto pasar al director, mis ojos se postran en otro momento de vida, parecen dos lupas que buscan la escena del crimen, dos niñas corriendo buscando una nueva aventura. Ahí esta, una extranjera o al menos eso parece, está justo en la puerta principal de la iglesia tratando de captar con su lente la mejor fotografía de una escultura en la fachada de la catedral, enfoca y desenfoca. Dos niños salen de la iglesia y uno de ellos tropieza, el otro se ríe. Al primero se le paraliza su mundo en ese momento, sus ojos quedan como buscando no ser visto por nadie y por nada, su expresión empieza a ser de duda. Mientras el otro ríe, goza, y disfruta la caída, y atina a decirle las mejores palabras “vámonos”. El caído empieza a llorar, sólo unas cuantas lágrimas puesto que no puede evidenciarse ante todos. Todo esto ocurre frente a aquella mujer, la extranjera quien viste botas rosas con motivos estrambóticos, short blanco, blusa azul y sobre vaquero. Agacha su mirada y empieza un diálogo con el pequeño, -por momentos pensé, es para el pequeño como esa Tatiana que canta “ratón vaquero”- pocos segundos después le extiende la mano, el niño la toma y se levanta, se limpia sus lágrimas y corre… corre a la conquista de otro encuentro.

6:25 p.m. No quiero suponer que la vida está fragmentada en cada 5 minutos, pero hasta ahora, aquí así ha ocurrido. En la esquina izquierda de la catedral aparece; “su santidad la princesa burger king”, excelsa, radiante con su corona de papel. Camina con dos helados, sí, eso sí corresponde a una característica de la alta realeza el acaparamiento. Camina tratando de no tirar ni una gota del preciado helado, le da una lamida a uno y ve el otro, con ganas de darle también su lamida y una vez mas demuestra ser de la realeza, la avaricia por querer terminarse todo. Y lo logra, consuma su acto pensado, lame el otro helado tratando que ningún espía de cuenta de ello. Pasa frente a mí, mirando a una plebeya más, quien sentada está a otro nivel. Ve su destino final, un papá a quien le comparte el otro helado y con el cual continuara su vida de princesa.

6:32 p.m. Desde que llegué a mi estancia en el banquillo de la espera, dos niños juegan con un globo, el cual pasa de mano en mano hasta ser cuatro. Uno Migail, del otro no supe su nombre, ambos juegan y juegan y el globo va y viene. El globo toma un aire del norte y se eleva más de la cuenta, Migail quiere tomarlo y cae en un hoyo de esos que contienen la iluminación para el recinto. Cae y se duele, toca su pierna, la observa, la limpia y aquí si un buen amigo le da la mano para levantarse, él no quiere, desea estar seguro de que su levantar será uno y con fuerza, decide descansar unos segundo más, junto a mi su madre le alienta le dice: levántate Migail, no pasa nada, con cuidado, ven te asobo. Con unos segundos de espera Migail no logra ver ningún estrago en su pierna, sólo dolor y molestia, al tomarse su tiempo, determina su impulso, recarga sus brazos, respira y sus piernas una vez más responden como niño, con fuerza.

6:41 p.m. Momento de continuar, momento de mover los sentidos, es hora de partir.

lunes, 6 de agosto de 2007

Trabajos de reseña bibliográfica






* Mátalo. Martín del Campo, David.
Alfaguara. 2007. 176 páginas.
Reseñista: Montserrat Fernández











* La terca memoria. Scherer García, Julio.
Grijalbo. 2007. 245 páginas.
Reseñista: Nadia Altamirano Díaz










* El gran vidrio. Bellatín, Mario.
Anagrama. 2007. 176 páginas.
Reseñista: Pergentino José Ruiz









* El alquimista. Coehlo, Paulo.
Grijalbo. 2004. 203 páginas.
Reseñista: Saraí Karla Jiménez











* La paz de los sepulcros. Volpi, Jorge.
Seix Barral. 2007. 176 páginas.
Reseñista: Ángel Morales Cruz









* Relato del suicida. Lobo, Fernando.
Almadía. 2007. 62 páginas.
Reseñista: Andrea León Martínez












  • * Amanecer en el zócalo. Poniatowska, Elena.
  • Editorial Planeta. 2007. 395 páginas.
  • Reseñista: Sandra Liliana Ramírez Barrera














* La edad de hierro. Coetzee, John.M.
Grijalbo Mondadori. 1990.
Reseñista: Gabriela Valeria Villavicencio Valdez










* Pancho Villa: Una biografía narrativa. Taibo II, Paco Ignacio.
Planeta. 2006. 896 páginas.
Reseñista: Lorenzo León Diez












* El gran laberinto. Savater, Fernando.
Editorial Ariel. 2005. 331 páginas.
Reseñista: Laura Adriana Bautista Hernández











* Foe. Coetzee, John M.
Randon House Mondadori. 2006. 257 páginas.
Reseñista: Sulma Esther Perzabal Solano












* El tren pasa primero. Poniatowska, Elena.
Alfaguara. 2005. 497 páginas.
Reseñista: Jazmín Aquino Cruz