domingo, 30 de septiembre de 2007

Naturaleza y aventura lejos del asfalto de la ciudad

Sandra Liliana Ramírez Barrera
sandrali31@hotmail.com


Naturaleza y aventura lejos del asfalto de la ciudad

Sandra Liliana Ramírez Barrera

En el mundo de la madera fresca y el musgo mullido, un viento suave sacude las hojas de los pinos, mientras el ambiente se inunda por una sinfonía de trinos fundidos en un eco alegre, que gradualmente baja de intensidad, perdiéndose entre los abundantes árboles rebosantes de vida.

Este retrato de naturaleza, trasladado a la ciudad de Oaxaca por la primera feria de ecoturismo, es recreado por varios expositores que invitan a las personas que recorren el parque El Llano, a acudir a expediciones en varios pueblos localizados en la Sierra Sur, la Costa y la cuenca del Papaloapan.

Las negras nubes que cubren el cielo no representan impedimento para las personas allí reunidas quienes, lejos de intimidarse ante un probable aguacero, se dejan llevar por las escenas de los grandes carteles desplegados en cada una de las mamparas blancas de cada expositor. En ellos se muestran múltiples fotografías de áreas boscosas, alegres recorridos a caballo, ciclismo de montaña y apetitosa gastronomía que llama la atención de los varones principalmente.

Manteles de colores claros y chillantes que descansan en mesas de plástico albergan frutas, verduras orgánicas, setas, frascos de conservas y plantas de climas fríos. Entre olores, colores y frases en zapoteco los expositores, miembros de los comités de turismo de los pueblos allí reunidos, muestran orgullosos los recursos naturales de sus lugares de origen.

En esos momentos, el ambiente dominguero en el Llano es de esparcimiento. Niños jugueteando y riendo, jóvenes parejas haciéndose reiteradas promesas de acudir a los sitios ofertados, y uno que otro padre de familia reprendiendo enérgicamente a sus aventureros hijos que, alentados por el ecoturismo, osan soltar la mano de sus progenitores para ir explorar más allá de lo que se presenta a sus inquietos ojos.

Entre dos gruesos árboles de espeso follaje está atada una cuerda floja suspendida a 30 centímetros del piso y, arriba de ésta, hay habilitada otra más, que sirve como guía para sostenerse con las manos y evitar una caída. Varios niños pelean para subirse a este reto de montaña, sin embargo una joven atlética ataviada con un paliacate en la cabeza pone fin a la trifulca infantil.

Después de formarlos a un lado de este escenario, les da instrucciones sobre cómo subir a la cuerda, utilizada frecuentemente en deportes extremos de montaña. Primero coloca un pie en la cuerda baja y, acto seguido, toma la reata superior con una mano, para después subir ambos pies, cual si fuera una malabarista de circo.

Guardando el equilibrio, camina sobre la tiesa soga, que protesta bajo sus pies con un chirrido que se extiende hasta las ataduras en los árboles y, minutos después, baja tranquilamente en el extremo contrario de la cuerda.

Esta demostración hace que los niños, envalentonados por la aparente sencillez del acto, inicien de nueva cuenta la riña por un turno que, a los primeros intentos, ocasiona trastabilleos y risas.

De pronto el ambiente se inunda con las notas del bolero Amor traicionero ejecutadas por la banda de música de San Pedro Nexicho quienes, sentados en círculo, pasean sus morenos dedos en los fríos instrumentos musicales, a la vez que dirigen tímidas y furtivas miradas a los allí presentes.

A un lado de este compacto círculo musical hay dos hileras de sillas plegables que están vacías. Invitados por los recuerdos de la “edad de oro” de la melodía, algunos adultos mayores se dirigen despacio a las improvisadas butacas, dejando escapar algunos roncos suspiros de nostalgia y cansancio.

Detrás de ellos se yergue una monumental fuente que, cuando abandona sus gotas al suave viento que se deja sentir por instantes, moja a diestra y siniestra a aquellos que osan sentarse en su círculo esculpido en piedra gris.

Mientras tanto los espacios destinados a la exposición de los paquetes de ecoturismo se ven abordados por un grupo de turistas extranjeros, que muestran interés a las ofertas de recreo y esparcimiento de la feria. Algunos de ellos se detienen a mirar con detenimiento una pequeña exposición de plantas oriundas de Ixtepeji, que cuentan con una ficha que describe su nombre científico y su hábitat.

Videos, botones, gorras, figuras de madera, playeras estampadas con diseños alusivos a la feria y equipo de campismo son algunos de los artículos que se venden a la concurrencia, que a ratos aumenta o disminuye.

Una mujer morena vestida con una blusa bordada en diseños geométricos, muestra a algunos curiosos varios envases de plástico que contienen pomadas y líquidos que, a decir de la expositora, están elaborados con plantas medicinales. Uno a uno de los frascos de muestra, que descansan sobre rebozos y servilletas bordadas a mano, son capturados por sus rollizos dedos para, acto seguido, extenderlos a la pequeña audiencia congregada, que no pierde detalle de la letanía de la fémina.

Al extremo contrario del parque se distingue una carpa blanca en cuyo interior se está efectuando una conferencia relacionada con el “Día Internacional de la Alfabetización“. En ese lugar la atmósfera es de completa solemnidad y compostura, que contrasta con la fiesta que se vive en la feria de ecoturismo.


sábado, 29 de septiembre de 2007

La guerra de los mundos: los cierres de campañas políticas

Sandra Liliana Ramírez Barrera
sandrali31@hotmail.com


La guerra de los mundos: los cierres de campañas políticas

Los voraces rayos del sol castigaban a todo aquel que osara caminar en descubierto por la empinada calle principal de Etla, sin misericordia, taladrando impunemente ropa y piel, ocasionando con ello, además del brote de sudor cual si fuera una fuente porfiriana, un escozor que recordaba el molesto piquete de un mosquito.

A la par que aumentaba la temperatura climática, el ambiente político cobraba vida en el lugar con la alegre melodía que dejaba escapar una vieja bocina de sonido instalada en el toldo de una camioneta “Explorer” nuevecita, tapizada por todos lados de propaganda política del partido conocido como “el del sol”, y que era guiada por una mujer delgada que no aparentaba más de 20 años.

La camioneta se detuvo frente a una de las puertas del mercado, abarrotado en esos momentos por múltiples compradores que acuden cada miércoles al “día de plaza”. Sin previa advertencia, el aparato de sonido suspendió las notas de la popular canción, ahogándolas dentro del mar de perplejidad de escasos seguidores que prestaban atención, y que incluso algunos de ellos estaban tarareando.

“A todas las personas se les invita al cierre de campaña del candidato fulanito por el distrito I y II…” dejó escapar la bocina motorizada, que amenazaba con caerse del patas de hule en cualquier momento.

Algunos etlecos se acercaron al vehículo, esperanzados en obtener un buen regalo de parte del Sol azteca: los hombres, cubriéndose el rostro con sus sombreros de palma para evitar el pertinaz astro rey, mientras que las féminas jalaban con mayor ímpetu el centro de sus rebozos para usarlo como parasol, como dirían los “catrines”.

Al interior del mercado el ambiente era de gran movimiento: los estrechos pasillos obligaban a los allí presentes a caminar despacito, uniendo hombro con hombro… y codazo con codazo. Las bolsas de mandado con leyendas de “carnicería lupita” o “quesería etleca” eran constantemente abiertas por sus dueños para arrojar en su interior el botín del día: arroz rojo, tamales, chicharrón crujiente, nopalitos de “lengüita” cocidos, sin olvidar las célebres habas molidas que son despachadas aún en hojas de hierba santa, “como así lo hacían nuestros antepasados”, explicó una regordeta marchante a un curioso turista que se había acercado a uno de esos puestos.

Esta curiosa escena fue interrumpida, junto con el hormigueo de gente que se movía con dificultad entre los puestos improvisados, por una mujer de rasgos finos y cabello negro rizado vestida con una playera amarilla.

Como si se tratara de Moisés sosteniendo los 10 mandamientos, la fémina apretujaba contra sus senos un paquete de hojas impresas con las promesas de campaña del partido amarillo, cada una de ellas acompañadas por un bolígrafo asegurado con la tapita. Con el brazo derecho, y con una amplia sonrisa que dejaban ver una dentadura muy bien cuidada, extendía el artículo a todas las marchantas que tenían su puesto tendido en el suelo, invitándolas al cierre de campaña del candidato de su partido.

Minutos después en la zona contraria del mercado, esto es en lo alto de una escalera de cantera verde castigada por los pies de los siglos, se instaló una comitiva perteneciente al llamado partido oficial en Oaxaca. Sus integrantes, vestidos de pies a cabeza con prendas de color blanco, dan inicio a la batalla para sumar adeptos, ofreciendo a los etlecos bolsas de mandado impresas con los característicos colores verde, blanco y rojo que están encerrados en un círculo.

Usando sus codos como arma letal 007, una mujer rechoncha con largas trenzas y amplia falda con vistosos colores, se abrió paso entre la naciente multitud que empezaba a congregarse alrededor de los “hombres de blanco”, alargando el brazo con desesperación y gritando reiteradamente: “aquí, aquí”.

El centro de atención de la multitud se volcó hacia la candidata a la diputación de ese distrito quien, con un gesto alegre, se sumó a la repartición de dichos artículos, tendiendo de vez en cuando su blanca y manicurada mano a los felices etlecos, contrastando notoriamente con la piel curtida por el sol y el trabajo.

El ostentoso artículo causó el efecto deseado, ya que solo bastaron unos cuantos segundos para que la mayor parte de la gente se dirigiera rápidamente a este punto en auténtica estampida.

Un hombre que estaba en medio de los dos frentes de batalla partidista, giró sobre sus talones para echar un vistazo a la mujer de la playera amarilla, que ya había terminado con su tarea, y que en esos momentos se disponía a abandonar el interior del mercado. Al ver esta acción, el hombre prestó atención al tentador llamado de las bolsas de mercado, abandonando al aire cargado de efervescencia política, la frase “chingao, ya me quedé sin nada”.

Afuera del mercado se escucharon nuevamente las notas de una melodía comercial adaptada para la propaganda política de los “amarillos“ . La camioneta Explorer inició su marcha, voceando nuevamente la invitación al cierre de campaña, que iba perdiéndose a lo lejos a medida que el vehículo abandonaba el lugar.

Al interior, la cancha quedó libre para el partido tricolor, cuyos adeptos celebraron efusivamente su victoria en la guerra política, coreando y aplaudiendo a los cuatro vientos, a la vez que ávidas manos agotaban el botín de guerra.

Mientras tanto en una explanada aledaña al mercado, que tradicionalmente alberga algunos puestos ambulantes de zapatos y muebles, quedó abandonada una carpa adornada con múltiples papelitos con la insignia del caracol prehispánico: el “partido del pueblo”.

Bajo la sombra de una amplia pancarta con el característico rostro del Che Guevara, un hombre vestido de negro que portaba varias pulseritas tejidas en sus muñecas, trataba inútilmente de llamar la atención de los transeúntes, enseñando algunas hojas con propaganda del partido.

Las escasas personas que pasaban por el lugar volteaban unos segundos hacia el solitario adepto del caracol, observándolo con lástima o con indiferencia, sin detenerse. La batalla política de bolsas y bolígrafos había terminado… por el momento.

martes, 25 de septiembre de 2007

Las conejitas llegaron a Oaxaca

KARLA JIMENEZ J.
sarka009@hotmail.com


Las conejitas llegaron a Oaxaca

Karla Jiménez

Gran expectación causó entre los oaxaqueños, la noticia de los medios que anunciaron la presentación de las “playmates” de la revista Playboy en la ciudad, que actuarían para los capitalinos, por tres días consecutivos, del 23 al 25 de agosto.

La tan esperada noche llegó, la cita fue a las 20:00 en punto, y los caballeros oaxaqueños, puntualmente, llegaron al bar “Dejavú”, donde todos corrían nerviosos para afinar los últimos detalles antes del arribo de las conejitas.

En la puerta la recepcionista daba la bienvenida a los asistentes, los meseros servían el vino a los inquietos caballeros, ya que eran las 21:00 horas y no sucedía nada, los periodistas solo miraban su reloj con enfado.

Cuando ya todos estaban desesperados por el tiempo transcurrido, de repente a las 22:30 de la noche, dos camionetas negras arribaron, alguien dijo “ya llegaron” y las miradas se dirigieron hacia la puerta, la música sonó más fuerte, los flashes de las cámaras se encendieron y los esculturales cuerpos desfilaron frente a algunos perturbados hombres.

En primer término se bajaron de una de las camionetas varias modelos, cinco en total, que también fueron invitadas a esta presentación, vestían minifaldas que a más de uno le cortaron el aliento. Saludaron con una gran sonrisa a todos, se sentaron en una mesa dispuesta para ellas y simplemente se pusieron a cenar un gran plato de lechuga picada, “preparada especialmente para ellas” según la chef del lugar.

Posteriormente, hicieron lo propio las tres conejitas, quienes llegaron en la otra camioneta, ellas venían enfundadas en finos leotardos negros, y fueron recibidas con chiflidos, al más puro estilo mexicano, portaban un moño rosa al frente y guantes blancos, sin faltar sus orejitas negras sobre su cabeza.

Los comentarios masculinos sobre las chicas no faltaron: “esta muy alta”, dijo un señor un tanto mareado por el vino, “la del vestidito rosa esta bien buena”, fue el sentir de un joven hacia sus amigos, quienes compartieron su opinión.

Después de saludar a todos y posar para la foto del recuerdo, las “playmates” y las modelos, después de cenar, bailaron al ritmo de la música dos canciones, convivieron con los felices asistentes y se despidieron, no sin antes decir que no faltaran al día siguiente a la discoteca el Circo, donde también se presentarían.

Reseña Bibliográfica: "El Alquimista"

KARLA JIMENEZ J.
sarka009@hotmail.com

“El Alquimista”

Karla Jiménez

Es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que torna esta vida interesante, escribió Paulo Coelho en este libro, donde a través de Santiago, un pastor andaluz, quien era feliz cuidando a su rebaño, nos muestra una manera distinta de entender la vida.

Cuando Santiago decide abandonar ovejas, casa y a sus padres por seguir su sueño, conoce al Rey de Salem, de quien recibe su primera gran enseñanza, donde a través de los distintos acontecimientos que le van sucediendo al pastor por el inmenso desierto, el autor nos muestra “el lenguaje del universo”, lleno de simbolismos, que enseñan que “las señales están ahí, solo hay que leerlas”.

Estas señales, llevan a cumplir la leyenda personal de cada uno, que cuando nace del fondo del corazón, todo el universo conspira para realizar ese deseo.

Eso fue exactamente lo que aprendió Santiago, donde a través del amor que le hace sentir finalmente “la hija del comerciante” comprueba que entendió el alma del mundo.

De ahí la importancia de “recordar siempre lo que se desea”, escuchando al corazón, ya que este conoce todo. Eso finalmente es la alquimia, penetrar el alma del mundo y descubrir lo que esta nos tiene reservado en la vida.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Peatón por un día

Montserrat Fernández Galindo
tochomorocholacolumna@hotmail.com

Peatón por un día
Montserrat Fernández Galindo

“Naranja dulce, naranja de Martínez de la Torre, no se quede sin su naranja”, el fuerte ruido del megáfono al parecer trata de opacar el ardiente sol que apenas se asoma y que dentro de unas horas penetrará como lanza filosa en la piel de los citadinos.

La mañana presume de tranquila, me enfundo en un conjunto deportivo café y mis pies se acomodan en unos tenis; al bebé lo protejo del fresco rocío con un suéter delgado y sus pies con unas pantuflas de ositos. La carreola espera impaciente para comenzar el paseo.

El trinar de los pájaros mecen mis pasos en el áspero adoquín, la subida es dura y se torna en un laberinto al bajar de la banqueta que está llena de escalones y raíces alzadas, fuego enemigo para el cochecito rodante. Lanzo una carrera veloz para salvar mi pellejo de los coches que limitados por el tiempo no miden el peligro. Vuelvo a subir a la acera de la calle y permanezco en ella el tiempo que sea necesario.

La bajada o subida de San Felipe del Agua es una batalla que con valentía enfrenta el peatón. Es un campo minado. El reducido espacio de las banquetas apenas si se divisa entre hierbas, flores silvestres, espinas y basura.

El bebé se impacienta con los movimientos bruscos que hago con la carreola, sube, baja, corre, frena, sube, baja, esquiva...

Del otro lado de la calle, veo mi figura y la de mi pequeño acompañante reflejado en el espejo de la vida diaria: una madre con el ceño fruncido empujando una carreola.

- ¡Santo Dios! grito en silencio, ya mero se degüella el chamaco con la caída de las ruedas delanteras en una zanja.

Respiro profundamente, mis pisadas avanzan en cámara lenta hasta llegar casi al final de la bajada; las casetas de comida reducen el espacio para caminar con dignidad. En mi afán de esquivar la banqueta en desnivel y las latas vacías de bebidas refrescantes, la rueda delantera izquierda golpea el tobillo escondido detrás de la bota puntiaguda de charol de una joven. Con su mirada oscura casi aniquila mis sueños futuros. Dos puestos ambulantes frente al CBTis fueron testigos de este penoso incidente. Silencio y dolor.

La realidad de nueva cuenta me toma por sorpresa cuando el knock, knock de una camioneta de lujo le recuerda ‘la jefecita’ a un valiente peatón que sólo trata de llegar vivo a la fuente de la Siete Regiones. No suficiente con el susto, el cafre al volante desquita su rabia gritándole ¡pendejo!

En un dos por tres el sobreviviente logra cruzar la calle y pisar terreno seguro, mira al cielo como tratando de encontrar a Dios para agradecer el milagro: un día más.

Dos señoras que presenciaron el desenlace, cuchicheaban:

- ¡Se salvó de milagro son unos salvajes! ven que uno atraviesa la calle y en vez de disminuir la velocidad, aceleran, te centran y todavía se meten con tu madrecita santa”, comentó una vendedora de dulces.

- No hay que ser, luego una se confía cuando va caminando y de repente siente el coche encima... ¡lo peor! se ponen de dignos si ellos son los que se pasan los altos, abundó su acompañante.

El ulular de la ambulancia distrajo mi atención de una plática ajena, aprieto el paso pues faltan varias cuadras para llegar a mi destino; mis manos se aferran a los fierros de la carreola para atravesar el infierno mismo. La tensión de la vida peatonal por fin noquea a mi vástago que descansa plácidamente.

Mientras camino logro contar el número de automovilistas que hablan por celular y sorprende más el número de personas que bajan la mirada para escribir, leer o enviar un mensaje.

- ¿Por qué no medimos el peligro que representa esta distracción? ¿Por qué no lo hago yo cuando manejo? yo misma respondo en cuestión de segundos ¡por inconsciente! ¡Maldito vicio!

El sol empieza a ganarle a mi desodorante una partida, mi playera de algodón humedece; ni un árbol para cobijarme entre sus ramas, la mayoría han sido mutilados para abrir paso a alguna construcción. Ni una sombra para descansar.

Varias cuadras faltan para llegar a la colonia Reforma y una docena de obstáculos: raíces que rompen las banquetas, bolsas de basura, alcantarillas ficticias, automovilistas que no ceden el paso.

Frente a mí, una jovencita bien vestida y perfumada con finos aromas se resbala sin tocar suelo; los buenos modales desaparecen poco a poco ante un berrinche de niña bien:

-¡Mis zapatos nuevos! ¡Qué asco excremento de perro!

No pude contener la risa, el incidente realmente fue cómico; pero pagué muy cara mi osadía: mientras atravieso la calle, un taxista sale en sentido contrario ¡patitas pa’ que las quiero!.

- ¡Qué difícil es ser peatón!, mi cara palidece, mi sonrisa enmudece y mi corazón no respeta la velocidad establecida.