domingo, 7 de octubre de 2007

Porter descubrió la paciencia oaxaqueña



Andrea León Martínez
andreakleon@hotmail.com


Porter descubrió la paciencia oaxaqueña
Andrea León


Caos. Es la palabra que describe la noche en la que “Porter” visitó Oaxaca. La cita en La Curtiduría era a las siete de la noche, sin embargo a las diez y media las puertas del lugar aún estaban cerradas. Cuatro horas de espera.

Los adolescentes mantenían la paciencia mientras los organizadores se paseaban de un lado a otro sin hacer nada. Una torreta giraba destellando luces rojas y azules iluminando la calle empedrada en donde había dos filas, una de mujeres del lado izquierdo, y una de hombres del lado derecho quienes al ver arrancar la patrulla gritaron: ¡putos!

El vehículo oficial se detuvo de forma desafiante y el silencio se apropió de la situación, sólo una jovencita tuvo valor y gritó: ¡analfabetas!, los policías la miraron con desprecio para después perderse al final de la calle.

La desorganización de los encargados del evento fue evidente, el humo del cigarro marcó la espera, hasta que una puerta se abrió y poco a poco fueron entrando los chicos que inmediatamente abarrotaron la primera fila del escenario, los baños y el bar improvisado, en donde cuatro manos fueron insuficientes para cobrar, destapar y servir cervezas.

El ritmo surf de “Los Discípulos” evocó un momento playero y de lucha libre, ya que los músicos con máscaras de luchadores ocuparon el escenario. ¡Porter! Exigían los presentes y tenían derecho después de las cuatro horas perdidas, pero los chicos se portaron bien y escucharon a los luchadores músicos, quienes dieron paso a “Red gloss”, las dos, bandas oaxaqueñas.

Más tiempo de espera, los encargados del sonido subían y bajaban del escenario, los vasos de plástico se escuchaban tronar en el piso al ser aplastados, no hubo tregua, covers de fondo, los chicos cantaban a “Queen”, sin Freddie Mercury en la voz, otros se tiraban al suelo a descansar las piernas, a fumarse un cigarro, a pedirles a sus papás que los dejaran quedarse un rato más.

“Ellis Paprika” subió al escenario. Su comandante saludó al público con un gesto militar vistiendo una playera de Mickey Mouse, sus movimientos de niña bien contrastaban con la potencia de su voz que explotó cuando sucedió el primer accidente de la noche, el micrófono se desconectó, la cantante se quedó con el armatoste en la mano mientras el cable danzaba a su propio ritmo en el piso.

Eso sucedió cuatro veces más hasta que con cinta de aislar roja, del mismo color del listón que usaba ella en la cabeza a manera de indio, unieron el aparato para que el concierto pudiera terminar en paz.

“No vamos a cancelar porque venimos de Guadalajara a roquear”, dijo con paciencia la líder en una atmósfera que fue tensa hasta el momento en el que cantó “No puedo”, el lugar se estremeció por la energía emanada por todos los presentes, y es que los chavos sabían la canción, en el rostro de la cantante se dibujó una sonrisa de incredulidad que la llevó hasta las lágrimas. Gracias, dijo al finalizar, y gritó: ¡los queremos mucho!

Y sí, “Ellis Paprika” quiso a Oaxaca hasta caer, hasta que ella cayó después de un orgasmo que sólo la música puede provocar. Así finalizó la presentación de la banda que se disculpó por las fallas técnicas, que todos sabían estaban fuera de su alcance.

Los covers llenaron una vez más el espacio. La cantante de “Ellis Paprika” salió a firmar autógrafos; la espera se hacía eterna porque ahora sí, era el turno de “Porter”.

Ellis Paprika, nombre de la cantante y de la banda, prometió volver mientras se tomaba fotos y firmaba playeras y demos, incluso consideró la posibilidad de presentar en Oaxaca su próxima producción, porque ellos volverán cuantas vences los inviten “el sonido estuvo de la chingada, pero nosotros volvemos por ellos, porque nosotros tenemos sueños que ellos hacen posibles”, puntualizó señalando al enjambre de jóvenes que la rodeaba.

Los minutos pasaron y a la una y media de la mañana una valla humana empezó a formarse cerca de la puerta de los camerinos, el intento de los integrantes de “Porter” por pasar inadvertidos usando grandes sudaderas y gorros que les cubrían el rostro fue insuficiente, pues los asistentes se dejaron ir sobre ellos, quienes rápidamente subieron al escenario esquivando las decenas de manos que los querían tocar.

Un guitarrazo dio inicio al concierto, la voz gótica tergiversada del cantante hacía eco en los presentes. El público sabía todas las canciones.

Juan Carlos, el “Muzzgo”, sonreía y tomaba agua entre canción y canción, no tenía nada que decir y no dijo nada, su playera psicodélica en colores amarillos y verdes contrastaba con su saco de marino y su voz tímida se perdía entre el ruido del lugar, sólo se hacía escuchar cuando cantaba. Los celulares y cámaras fotográficas fueron velas de un altar que los oaxaqueños asistentes levantaron al grupo oriundo de Guadalajara, que estuvo “nomás” por una noche.

“¡Me estoy volviendo loco, loco, loco!” fue el fondo musical para un chico que se lanzó del escenario para volar sobre los fans, y que en el trayecto perdió el zapato, la euforia fue la dueña del momento, los jóvenes enloquecieron, brincaron y gritaron, fueron felices.

El “Muzzgo” anunció el final y lo cumplió, ni los gritos de ¡Porter! ni de ¡otra! hicieron que los músicos volvieran, al ver que su petición no sería cumplida los chicos se dispersaron y una joven subió al escenario para llevar de recuerdo la botella de agua de la que tomó el cantante de “Porter”.

Con sonrisas de satisfacción y decenas de fotografías en cámaras y celulares los jóvenes terminaron una noche de espera, que en su gusto, valió la pena, a pesar del mal sonido y la falta de respeto por parte de los organizadores.



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